Descripción
«Don Álvaro o la fuerza del sino» es sin duda la obra más representativa del Romanticismo español, un drama de pasiones desbordadas que sigue cautivando al lector actual. Ana Navarro y Josefina Ribalta son las autoras de esta edición didáctica. Su introducción adelanta los conocimientos necesarios sobre el teatro romántico; su análisis final se centra en las cuestiones más relevantes de la obra; y entre sus notas explicativas merecen destacarse aquellas que ponen en relación este drama con los más importantes del Romanticismo español y con aquellos otros aspectos heredados del teatro del Siglo de Oro.
Biografía del autor:
Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano (Córdoba, 10 de marzo de 1791 – Madrid, 22 de junio de 1865), III duque de Rivas y grande de España, fue un dramaturgo, poeta, historiador, pintor y estadista español, que hoy goza de notoriedad por su drama romántico Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Fue embajador en Nápoles y en París, vicepresidente del Senado y del Estamento de Próceres, ministro de la Gobernación y de Marina, presidente del Consejo de Ministros (durante solo dos días de 1854), presidente del Consejo de Estado y director de la Real Academia Española.
Primeros años
Fue el segundo hijo varón de Juan Martín Pérez de Saavedra y Ramírez, VI marqués y I duque de Rivas de Saavedra y IV marqués del Villar, grande de España, correo mayor de las Provincias Vascongadas, y de Dominga Remírez de Baquedano Zúñiga y Quiñones, su mujer, marquesa de Auñón, de Andía, de Villasinda y de la Rivera del Tajuña, condesa de Sevilla la Nueva. Su hermano mayor, Juan Remigio, estaba llamado a heredar la casa de sus padres, mientras que Ángel, como segundón, fue destinado a la carrera militar.
En el año 1800, con nueve años de edad, ya era caballero de las Órdenes de Santiago2 y Malta y cadete supernumerario de la Guardia de Corps. En 1802 murió su padre. Su hermano le sucedió como II duque de Rivas y Ángel recibió de Carlos IV el nombramiento honorario de capitán de Caballería agregado al Regimiento del Infante. Ese mismo año ingresó en el Real Seminario de Nobles de Madrid, donde permaneció hasta que en 1806 se incorporó a su regimiento. Recibió entonces esta unidad orden de partir hacia el norte de Europa para combatir junto a Napoleón, y su madre consiguió su traslado a la Guardia de Corps como alférez sin despacho. Aquí trabó amistad con algunos escritores en ciernes que bajo la guía de Antonio de Capmany redactaban un periódico, donde hizo sus primeras armas literarias. También se inició en la pintura de la mano de López Enguídanos. En 1807 recibió el despacho de alférez y comenzó a servir en los Reales Sitios, asistiendo al proceso de El Escorial y al Motín de Aranjuez.
Guerra de la Independencia y Trieno Liberal:
Al estallar la Guerra de la Independencia desertó de la Guardia Real (que permanecía al servicio de José Bonaparte) y se unió a las tropas que combatían a los franceses, siendo herido en la Batalla de Ontígola (1809). El general Castaños le nombró capitán de la caballería ligera. Obtuvo también el nombramiento de primer ayudante de Estado Mayor
Profesó desde muy joven un liberalismo exaltado y con el paso de los años derivó hacia el moderantismo. Participó en la revolución de 1820 y en 1822 fue nombrado secretario de las Corteaavedra había intimado años atrás en Córdoba con Antonio Alcalá Galiano, que influiría mucho sobre su ideología política y con quien mantuvo una estrecha amistad el resto de su vida. Galiano era un liberal exaltado, entonces intendente en Córdoba, que animó a su amigo a presentarse diputado a Cortes por aquella provincia. Este salió elegido en diciembre de 1821 y, a partir de entonces, desarrolló una activa vida política y parlamentaria que duró hasta la entrada en España de los ejércitos de Angulema. Entretanto, Saavedra había estrenado en el Teatro de la Cruz, el 17 de diciembre de 1822, la tragedia Lanuza, que se representó durante seis días y en la que la mayoría de la crítica contemporánea, recogida por Jorge Campos (1957, I, XXXII-XXXIV), coincidió en alabar el genio del autor y el espíritu patriótico de la obra.
Exilio y madurez:
En 1823 fue condenado a muerte y a la confiscación de sus bienes por haber participado en el golpe de Estado de Riego de 1820, por lo que huyó a Inglaterra. Continuó su exilio en Malta desde 1825, y en 1830 pasó a París, donde permaneció hasta que fue amnistiado en 1833 a raíz de la muerte de Fernando VII. Al regresar a España reclamó su herencia paterna, y además en 1834 murió sin descendencia su hermano mayor, y le sucedió en el título de duque de Rivas y en el patrimonio familiar. Inició entonces su evolución hacia el ideario moderado. Tras los sucesos de La Granja, renunció a su cartera de Gobernación y se exilió en Lisboa por poco espacio de tiempo. A la vuelta desempeñó el papel de senador, embajador en Nápoles y en París, ministro de Marina, presidente del Consejo de Estado y del Ateneo de Madrid y director de la Real Academia Española y académico también de la Historia.
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