Descripción
Aunque toda literatura tiene algo de fantástico, reservamos esa denominación para aquella que no se refiere al mundo que hay a nuestro alrededor, sino al mundo que llevamos dentro. La literatura fantástica es la que hace vacilar los límites de la realidad, la que supone o insinúa que hay otra realidad por encima o por debajo de la que percibimos como nuestra. Se mueve en terrenos poco claros, siniestros, y está poblada por seres abyectos que, sin embargo, pueden resultarnos atractivos. Nos inquieta y al mismo tiempo nos provoca emociones placenteras. Fantasmas, vampiros, monstruos nos estremecen en nuestras peores pesadillas, pero nos sentimos protegidos de su presencia ante un texto bien escrito y organizado. Atravesemos con estos cinco autores las pantanosas regiones del alma. Quizá podamos librarnos de nuestros miedos interiores.
Biografía del autor:
Pierre Jules Théophile Gautier (Tarbes, 30 de agosto de 1811-Neuilly-sur-Seine, 23 de octubre de 1872) fue un poeta, dramaturgo, novelista, periodista, crítico literario y fotógrafo francés. Además de su presencia en el romanticismo francés y su proyección en el costumbrismo, se le ha considerado por algunos como fundador del parnasianismo, y precursor del simbolismo y la literatura modernista.
Nació en la población de Tarbes, situada en el departamento francés de Altos Pirineos (Hautes-Pyrénées), en el suroeste de Francia y se mudó a París en su infancia. Al principio quiso ser pintor, pero sus inclinaciones literarias lo llevaron a la poesía. Posteriormente, entabló amistad con Honore de Balzac y Victor Hugo. En el colegio conoció a Gérard de Nerval. Su poesía empezó a desarrollarse a partir de 1826 y comenzó a publicarla en periódicos como La Presse, entre otros. Alrededor de 1830 adoptó las ideas revolucionarias vigentes y vivió de forma bohemia. Llegó a pertenecer al grupo extravagante y excéntrico de artistas de Le Petit Cénacle, al final del periodo junto con Gérard de Nerval, Alejandro Dumas, Petrus Borel, Alphonse Brot, Joseph Bouchardy y Philothée O’Neddy. También recibió la ayuda de Honoré de Balzac, quien le dio trabajo en la Chronique de Paris.
Retrato de Théophile Gautier por Théodore Chassériau (musée du Louvre).
A lo largo de su vida Gautier hizo viajes por España, Italia, Turquía, Egipto y Argelia, que luego reflejó en libros como Constantinopla, Viaje a España, Tesoros del Arte de Rusia o Viaje a Rusia. Su estancia en España, en 1840, al final de la Primera Guerra Carlista tuvo como objetivo cubrir la contienda como periodista, trabajo que consideró humillante. En su equipaje portaba un aparato fotográfico (daguerrotipo) con el que pretendía captar imágenes de su viaje; nada se sabe de los resultados obtenidos, pues al parecer sus intentos fueron infructuosos. La ciudad que más le gustó fue Granada.
Absorto en su trabajo tras la Revolución de 1848, escribió más de cien artículos en nueve meses. Su prestigio fue confirmado al ser nombrado director de la Revue de Paris entre 1851 y 1856. Durante este tiempo llegó ser periodista del Le Moniteur universel y tuvo gran influencia en la revista L’Artiste. En 1865 fue admitido en el prestigioso salón de la princesa Matilde Bonaparte, hija de Jerónimo Bonaparte y sobrina de Napoleón.
Pese a que fue rechazado tres veces por la Academia Francesa, en 1867, 1868 y 1869, fue apoyado por el crítico literario más influyente de la época, Charles-Augustin Sainte-Beuve, quien lo consideró el mejor columnista de prensa del momento.
Gautier perteneció, junto con el poeta Charles Baudelaire y el Dr. Jacques Joseph Moreau, así como muchos otros literatos e intelectuales de su época, al club dedicado a la experimentación con drogas, principalmente hachís, llamado el Club des Hashischins. En un artículo publicado en Revue des Deux Mondes en 1846, Gautier detalló sus experimentos.
Theophile Gautier murió el 23 de octubre de 1872 y fue enterrado en el cementerio de Montmartre, París.
Se ha dicho que Edgar Allan Poe (1809-1849) inventó la novela policíaca para no volverse loco. Aunque quizá no lo consiguió del todo, sí pudo, en cambio crear obras maestras en las que el poder de la razón se adueña del relato. Una buena muestra de ello es el escarabajo de oro, en donde el hallazgo de un pergamino con un mensaje cifrado dará pie a la exhibición del ingenio de William Legrand, salpicada del humor de su inolvidable criado. Las falsa pistas que en este cuento logran confundirnos desaparecen por completo, sin embargo, de Los crímenes de la calle Morgue, pues ahora el lector sabe tanto como el investigador Dupin. ¿Quién ha podido cometer unos crímenes tan horrendos? ¿por qué lugar de la habitación cerrada en que los asesinatos se perpetran ha escapado el homicida? Sólo la lógica aplastante de Dupin, atento al mínimo detalle, dará con la solución.
Biografía del autor:
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