CUENTOS DE LA SELVA- TUS LIBROS SELECCIÓN N.º 15- HORACIO QUIROGA 9788466700917 ANAYA 2001 (USADO)

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CUENTOS DE LA SELVA- TUS LIBROS SELECCIÓN N.º 15- HORACIO QUIROGA 9788466700917 ANAYA 2001 (USADO)

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Detalles del producto:

Ficha Técnica :

Editorial : Grupo Anaya Publicaciones Generales; edición (21 febrero 2001)
Idioma : Español
Tapa blanda : 112  páginas
ISBN-10 : 8466700919
ISBN-: 9788466700917
Edad de lectura : 12 años y más
Colección : Tus Libros-Selección N.º 15
Peso del producto : 149 g
Dimensiones : 14 x 1.1 x 19.5 cm
Autor: Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Autor),, Enrique Flores (Ilustrador)

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Descripción

Horacio Quiroga.jpg

Horacio Silvestre Quiroga Forteza ,fue un cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue uno de los maestros del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.​ Sus relatos a menudo retratan a la naturaleza con rasgos temibles y horrorosos, como enemiga de las circunstancias del ser humano.
Nacimiento: 31 de diciembre de 1878, Salto, Uruguay
Fallecimiento: 19 de febrero de 1937, Buenos Aires, Argentina
Hijos: María Elena Quiroga, Egle Quiroga, Dario Quiroga
Padres: Pastora Forteza, Prudencio Quiroga
Cónyuge: María Bravo (m. 1927–1937), Ana María Cires (m. 1909–1915)
Hermanos: Juan Prudencio Ladislao Quiroga, Pastora Quiroga, María Quiroga
Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay; 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, Argentina; 19 de febrero de 1937) fue un cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue uno de los maestros del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.
 Sus relatos a menudo retratan a la naturaleza con rasgos temibles y horrorosos, como enemiga de las circunstancias del ser humano. Ha sido comparado con el escritor estadounidense Edgar Allan Poe

Libros:

Cronología bibliográfica de publicaciones en vida del autor:

  • Diario de viaje a París (Testimonio y observaciones, Ed. Páginas de Espuma, Montevideo, 1900)
  • Los arrecifes de coral (Prosa y verso, El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1901)
  • El crimen del otro (Cuentos, Ed. Emilio Spinelli, Buenos Aires, 1904)
  • Los perseguidos (Relato, Ed. Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires, 1905)
  • Historia de un amor turbio (Novela, Ed. Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires, 1908)
  • Cuentos de amor, de locura y de muerte (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1917)
  • Cuentos de la selva (Cuentos infantiles, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1918)
  • El salvaje (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920)
  • Las sacrificadas (Cuentos escénicos en cuatro actos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920)
  • El hombre muerto (cuento), Diario porteño La Nación, Buenos Aires, 1920)
  • Anaconda (Cuentos, Agencia Gral. de Librería y Publicaciones, Buenos Aires, 1921)
  • El desierto (Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1924)
  • Los desterrados (Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1926)
  • Pasado amor (Novela, Ed. Babel, Buenos Aires, 1929)
  • Suelo natal (Cuentos, Ed. Crespillo, Buenos Aires, 1931)
  • Más allá (Cuentos, Soc. Amigos del Libro Rioplatense, Buenos Aires – Montevideo, 1935)

A la deriva 1907

Enfermedad:

En 1935 Quiroga comenzó a experimentar molestos síntomas, aparentemente vinculados con una prostatitis u otra enfermedad prostática. Las gestiones de sus amigos dieron frutos al año siguiente, concediéndosele una jubilación. Al intensificarse los dolores y dificultades para orinar, su esposa logró convencerle de trasladarse a Posadas, ciudad en la cual los médicos le diagnosticaron hipertrofia de próstata. Pero los problemas familiares de Quiroga continuarían: su esposa e hija lo abandonaron definitivamente, dejándole —solo y enfermo— en la selva de Misiones. Ellas volvieron a Buenos Aires, y el ánimo del escritor decayó completamente ante esta grave pérdida. Quiroga escribió en una carta a Martínez Estrada: «Cuando consideré que había cumplido mi obra -es decir que había dado de mí todo lo más fuerte- comencé a ver la muerte de otro modo. Algunos dolores, inquietudes, desengaños, acentuaron esa visión. Y hoy no temo a la muerte amigo, porque ella significa descanso».

Cuando el estado de la enfermedad prostática hizo que no pudiese aguantar más, Horacio viajó a Buenos Aires para que los médicos tratasen sus padecimientos. Internado en el prestigioso Hospital de Clínicas de Buenos Aires a principios de 1937, una cirugía exploratoria reveló que sufría de un caso avanzado de cáncer de próstata, intratable e inoperable.

María Elena estuvo a su lado en los últimos momentos, así como gran parte de su numeroso grupo de amigos.

Por la tarde del 18 de febrero una junta de médicos explicó al literato la gravedad de su estado. Algo más tarde Quiroga pidió permiso para salir del hospital, lo que le fue concedido, y pudo así dar un largo paseo por la ciudad. Regresó al hospital a las 23:00. Al ser internado Quiroga, se había enterado de que en los sótanos se encontraba encerrado un monstruo: un desventurado paciente con espantosas deformidades similares a las del tristemente célebre inglés Joseph Merrick (el «Hombre Elefante»). Compadecido, Quiroga exigió y logró que el paciente —llamado Vicente Batistessa— fuera libertado de su encierro y se le alojara en la misma habitación donde estaba internado el escritor. Como era de esperar, Batistessa se hizo amigo y rindió adoración eterna y un gran agradecimiento al gran cuentista, por su gran gesto humano.

Suicidio:

Desesperado por los sufrimientos presentes y por venir, y comprendiendo que su vida había acabado  Horacio Quiroga confió a Batistessa su decisión: se anticiparía al cáncer y abreviaría su dolor, a lo que el otro se comprometió a ayudarle. Esa misma madrugada y en presencia de su amigo, Horacio Quiroga bebió un vaso de cianuro que lo mató en pocos minutos. Es una muerte que nace desde dentro, que a pesar de la forma que asume…no es sino la culminación natural de esa vida. Una muerte a la medida del hombre que fue Quiroga». ​ Su cadáver fue velado en la Casa del Teatro de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que lo contó como fundador y vicepresidente. Tiempo después, sus restos fueron repatriados a su país natal. Uno de los deseos de Quiroga era que cuando muriera su cuerpo fuera cremado y sus cenizas esparcidas en la selva misionera.

Como sus familiares y amigos añoraban su regreso a Salto, resolvieron buscar algo que fuera simbólico y por eso decidieron hacer la urna en algarrobo y así se lo pidieron al escultor ruso Stepán Erzia. Erzia estuvo veinticuatro horas trabajando en esta pieza que se encuentra en el Museo Casa Quiroga en Salto, Uruguay.

Sus tres hijos también se suicidaron. Eglé un año después, en 1938, Darío en 1952 y María Elena en 1988.

Alfonsina Storni le dijo a un amigo que la compasión era indigna frente a un hombre como Quiroga, ante su muerte escribió:

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,

y así como siempre en tus cuentos, no está mal;

un rayo a tiempo y se acabó la feria …

Allá dirán.

No se vive en la selva impunemente,

ni cara al Paraná.

Bien por tu mano firme, gran Horacio …

Allá dirán.

“No hiere cada hora –queda escrito-,

nos mata la final.”

Unos minutos menos … ¿quién te acusa?

Allá dirán

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