Descripción
Rodrigo Díaz fue un caballero castellano que llegó a dominar al frente de su propio ejército el Levante de la península ibérica a finales del siglo XI. Consiguió conquistar Valencia a los musulmanes y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094 hasta su muerte; su esposa Jimena Díaz lo heredó y mantuvo hasta 1102, cuando pasó de nuevo a dominio musulmán.
Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista. Ha pasado a la posteridad como el Campeador (‘experto en batallas campales’) o el Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, ‘señor’).
Rodrigo Díaz nació en Vivar, una pequeña aldea cerca de la ciudad de Burgos, la capital del Reino de Castilla. Muy joven, sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y escribir.
Combatió con Sancho en la guerra que este sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León, y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres hermanos se disputaban la primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre y luchaban por reunificarlo.
Alfonso VI fue capturado, de modo que Sancho se adueñó de León y de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León. Quizá en estas campañas ganara Rodrigo Díaz el sobrenombre de «Campeador», es decir, guerrero en batallas a campo abierto.
Tras el acceso de Sancho al trono leonés, parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Con la ayuda de Rodrigo Díaz el rey sitió la ciudad, pero murió asesinado —según cuenta una extendida tradición— por el noble zamorano Bellido Dolfos.
La leyenda:
A partir de aquí, este escrito es una leyenda, por lo que se mezclan en él hechos históricos y otros que son legendarios, es decir no considerados ciertos sino inventados por los narradores de la época medieval para ensalzar las hazañas de los héroes.
El Cid hizo jurar al rey Alfonso VI que no había tomado parte en la muerte de su hermano Sancho. Se lo hizo jurar tres veces, no una sola.
El rey muy enfadado con Rodrigo por esta jura tan fuerte lo desterró de Castilla, mandando que nadie le diese posada ni alimentos. Su esposa y sus hijas quedaron al cuidado del abad don Sancho y él con muchos de los caballeros de su ejército, su espada Tizona y montado en su caballo Babieca, marchó hacia tierras de Valencia, que estaban en poder de los musulmanes y tras muchas batallas heroicas la conquistó.
Para hacer las paces con el rey Alfonso VI le envía como regalo más de cien caballos de los mejores y le ofrece también todas las tierras que ha conquistado como muestra de amistad. También le pide permiso para que su esposa y sus hijas puedan viajar a reunirse con él. El rey acepta y la familia, por fin, se reúne en Valencia.
Los infantes de Carrión piden la mano de las hijas del Cid y este acepta.
Cuando llegan a Valencia los infantes dan muestras de cobardía al no querer enfrentarse a los musulmanes que sitiaban la ciudad y quedan en ridículo delante de todos al asustarse de un león amaestrado que el Cid coge del cuello y lleva hasta su jaula.
Por todos estos acontecimientos los infantes piden llevarse a las hijas del Cid a Castilla para casarse allí con ellas, pero en realidad pretendían vengarse del Cid y en un robledal llamado de Corpes, azotan a las hijas y las dejan allí abandonadas, siendo socorridas por un caballero del séquito de los infantes que era primo del Cid.
Rodrigo al enterarse de la afrenta, reta a duelo a los infantes y les gana. Las hijas, doña Elvira y doña Sol se casan con los infantes de Navarra y Aragón.
El Cid murió de unas fiebres muy altas en la ciudad de Valencia y cuentan que estando los musulmanes en batalla contra los cristianos y perdiendo estos la batalla montaron al Cid en un caballo, lo ataron a la silla y al verlo, los musulmanes echaron a correr aterrorizados, ganando así la batalla el Cid después de muerto.
Sus restos, junto con los de su esposa, Jimena, están enterrados en la Catedral de Burgos.
Rodrigo Díaz de Vivar:
Rodrigo Díaz (¿Vivar del Cid, Burgos?. 1048-Valencia, 1099), también conocido como el Cid Campeador, fue un líder militar castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la península ibérica a finales del siglo xi como señorío de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno. Consiguió conquistar Valencia y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094 hasta su muerte; su esposa, Jimena Díaz, lo heredó y mantuvo hasta 1102, cuando pasó de nuevo a dominio musulmán.
Su origen familiar es discutido en varias teorías. Fue abuelo del rey García Ramírez de Pamplona, primogénito de su hija Cristina.
Pese a su leyenda posterior como héroe de Castilla o cruzado en favor de la Reconquista, a lo largo de su vida se puso a las órdenes de diferentes caudillos, tanto cristianos como musulmanes, luchando realmente como su propio amo y por su propio beneficio, por lo que el retrato que de él hacen algunos autores es similar al de un mercenario, un soldado profesional, que presta sus servicios a cambio de una paga.
Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista, cuya vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española, el Cantar de mio Cid. Ha pasado a la posteridad como «el Campeador» (‘experto en batallas campales’) o «el Cid» (del árabe dialectal سيد sīdi, ‘señor’).
Agustín Sánchez Aguilar, nació en Barcelona en 1971. Es doctor en Filología Hispánica y especialista en la literatura del Siglo de Oro. Ha publicado más de veinte ediciones críticas de obras clásicas de la literatura española, pertenecientes a autores tan dispares como don Juan Manuel, Lope de Vega, Bécquer y Galdós. En la actualidad, trabaja como asesor de varias colecciones de literatura. Es autor de la novela La leyenda del Cid (2007), así como de numerosas versiones de textos clásicos destinadas a lectores en formación, entre las cuales destacan sus adaptaciones del Quijote, que han sido traducidas a varios idiomas y han obtenido una espléndida acogida tanto en Españá como en Hispanoamérica. Los dioses y los cuervos, obra con la que Sánchez Aguilar ganó el XXV premio Ciudad de Badajoz de Poesía
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